miércoles, 11 de junio de 2008

El día que le dimos una oportunidad a la basura


El pasado 5 de junio se celebró en todo el mundo el día mundial del medio ambiente. Durante esa jornada, como es común entre los argentinos, se realizaron varios eventos relacionados con el tema con el objetivo de concientizar a la población sobre el cuidado del entorno. Por mi parte, me propuse hacer lo que denominé “un recorrido conciente” por los lugares en donde me desenvuelvo y por los últimos sucesos que nos tocaban como sociedad y que tenían que ver con el tema.

Comencé con la basura. Recientemente, los concejales elegidos por los cordobeses para gobernar la ciudad aprobaron una nueva forma de gestionar los residuos que involucra a los vecinos. Es decir, de ahora en más, todos tendremos una responsabilidad en el tratamiento de la basura, procedimiento que en el pasado consistía básicamente en poner un cesto en la cocina, arrojar todo adentro, y cuando estaba lleno, depositarlo en la vereda para que se lo llevaran. Así estábamos. Ahora, tendremos que reciclar nuestros residuos en orgánicos e inorgánicos y hacernos cargo de la primera etapa de su deposición. Si uno lo piensa desde la mirada de un europeo, que selecciona la basura desde hace mucho tiempo, que la distribuye en contenedores barriales, que produce compost en su propio jardín, entre otras conductas, parece una tarea fácil.

Sin embargo, fue sorprendente ver los relevamientos televisivos que hicieron los programas locales, para pasmarse por la resistencia que mostraron los entrevistados al nuevo sistema. Que si los contenedores iban a ser abiertos, que si me lo ubican en mi vereda que pasa, que si tiran animales muertos adentro, etc. Convengamos que un poco de sospechas y una actitud suspicaz nunca vienen mal, sobretodo cuando conocemos quienes son los que ponen las reglas. De todas formas, me sorprendió la falta de entusiasmo frente a un nuevo desafío que se nos propone como sociedad, para mejorar algunas de nuestras conductas. Al respecto, un periodista local se preguntaba luego: “¿Tendremos remedio?”

En la segunda fase de este recorrido conciente, entre un día a mi lugar de trabajo con un anotador. El relevamiento dejó los siguientes resultados: las computadoras estaban prendidas desde la noche anterior. El calefactor también, porque hacía frío. Uno de los cargadores del celular había quedado enchufado desde tiempos inmemoriales. Un contenedor destinado al reciclaje del papel estaba vacío, mientras que los basureros destinados a los residuos estaban llenos de papel. Por último, y a vuelo de halcón rasante, indagué sobre una gotera en el baño, para descubrir que hace meses que nadie la arregla. Me olvidaba de comentar que mi lugar de trabajo es un medio de comunicación, usina generadora por excelencia de la agenda de temas que debate la sociedad.

Tras analizar este panorama, pensé para mis adentros en cómo sería posible cambiar una cultura ambiental que prácticamente no existe y entendí un poco quizás el recelo de los vecinos frente al nuevo horizonte de la basura.

Lamentablemente, concluí que vivimos en un país en donde las prioridades no giran en torno al cambio climático, aunque sabemos que el clima es uno de los factores que más influye en el comportamiento de las personas. Vivimos en una ciudad en la que no es raro ver personas que tiran una botella desde un colectivo en movimiento, y que se espantan cuando le piden que reciclen la basura. Vivimos en un país en donde el conflicto más importante que cubre la tapa de los diarios desde hace más de 90 días, el desacuerdo campo-gobierno, gobierno-campo, con el actor soja como protagonista principal, no incluye en los debates -al menos no en la mayoría-, al desmonte descontrolado de los bosques nativos en varias provincias y sus consecuencias para el medio ambiente, tema que debería tener un lugar principal en la agenda socioambiental de nuestro país.

El cambio climático existe, aunque decidamos ignorarlo y taparlo con otras prioridades. Podríamos citar innumerables consecuencias gravísimas y recientes en el tiempo, como las inundaciones en Alemania, las sequías en Australia, el ciclón que dejó 134 mil muertos en Myanmar, el desprendimiento de bloques de hielo en la Antártida.

Pero ahí me quedo. El día internacional del medio ambiente pasó, como pasan el día del niño, de la madre, la Navidad, del arquitecto y muchos otros más. Cuando mis hermanos y yo saludamos a mi madre o a mi padre en su día, ellos siempre nos dicen: “El día del padre y de la madre es todos los días”. Y el día del medio ambiente debería ser todos los días. Debería convertirse en un momento de reflexión cotidiano, en el que tomamos una decisión conciente sobre nuestra conducta con respecto al cuidado del entorno. No podremos quizás evitar las sequías en Australia, pero podemos decidir intervenir en nuestros lugares de trabajo, en nuestros barrios y en nuestros hogares. Hoy elijo reciclar un papel, hoy escojo no dejar la tele prendida cuando me voy de casa, hoy decido arreglar una gotera, hoy resuelvo darle una oportunidad al nuevo sistema de tratamiento de la basura. En fin, hoy decido cambiar mi mundo, el que me rodea.

Cecilia Sánchez
Área de ComunicacionesIARSE
csanchez@iarse.org

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