lunes, 3 de agosto de 2015

Vida sustentable al alcance de todos



La vida sana es un cambio de actitud. Experiencias de personas que optaron por disfrutar de la naturaleza y pensar en el futuro del planeta, a partir de prácticas simples y cotidianas.

María Laura Favarel

Mario Parodi y las composteras que armaron en el Club Huella Ecológica
Los desastres naturales, el calentamiento de la tierra, y las catástrofes son gritos de la naturaleza que clama por el cuidado que se le debe. Muchos piensan que la solución vendrá de los Estados o de las cumbres mundiales. Sin embargo, hay quienes sostienen que la mejora comienza por cada uno, por un cambio de actitud y de asumir la responsabilidad.

Está claro que no son pocos los rosarinos que optaron por vivir en lugares abiertos y más tranquilos que Rosario. Esto es una tendencia mundial, tal como lo señaló el urbanista francés Benjamín Crevant, en su visita a Rosario, donde expuso la necesidad de que las ciudades sean más humanas y sustentables.

La preocupación invade a científicos, filósofos y organizaciones no gubernamentales que desde hace décadas denuncian el maltrato hacia la naturaleza, el calentamiento global, la escasez de agua entre otros fenómenos que están afectando a la humanidad. Y hasta el Vaticano se ha mostrado preocupado por esta cuestión.

El Papa Francisco en su reciente encíclica Laudato si' fue criticado por las grandes corporaciones por proponer una vida más acorde con la naturaleza y con los ritmos biológicos. En el documento plantea la serenidad como un valor ante la premura con la que se vive y hace una fuerte apuesta por la sobriedad y el saber disfrutar con lo poco, a la vez que denuncia el uso irresponsable y abuso de los recursos naturales que él llama "nuestra casa común". Pero no se quedó en palabras. Convocó a los alcaldes de las ciudades, entre ellos a Mónica Fein, para comprometerlos en este sentido.

Y en este mismo universo surgen quienes sostienen que con un cambio de conducta personal se puede beneficiar a la humanidad entera. El cambio ya empezó con ellos. No son premios Nobel, ni científicos, son ciudadanos de a pie que tomaron conciencia y asumieron otra actitud. Más compartió la experiencia del grupo Huella Ecológica, una movida que inició Mario Parodi en Funes y que busca generar un cambio de vida para mejorar el ecosistema.

Gracias a un basural

Se podría decir que un basural cambió la vida de Mario. Es un emprendedor de 44 años, rosarino, que como tantos se mudó a Funes escapando del cemento. Una vez instalado se encontró con que allí había otros problemas. A la vuelta de su casa se emplazaba un basural. La primera reacción fue quejarse, pero "cuando logré dejar de protestar empecé a pensar en qué podía hacer yo para cambiar esta realidad", contó.

Empezó por cambiar su propia casa, y lo primero fue separar los residuos para sacar menos basura a la calle. Luego, conversando con otros vecinos decidió armar una compostera (ver aparte), también en su propia casa y poder desechar los elementos orgánicos para luego lograr un alimento excelente para las macetas, jardines y huertas. Y así nació la idea de tener su propio huerto. "Te metés en un círculo virtuoso que te lleva a otras prácticas muy buenas y a conocer gente genial", manifestó el muchacho, que hoy es el líder de un grupo que moviliza a cientos de funenses y rosarinos.

Una de aquellas personas que conoció en este andar es Graciela López, una funense de nacimiento y de alma que empezó con esta práctica hace más de seis años. "En mi casa somos seis, mi marido, mis cuatro hijos y yo”, relata la mujer que con su familia logró reducir tanto el nivel de basura, por su reutilización, que solo saca una bolsa por semana, algo que para cualquier rosarino podría parecer imposible, pero ella lo logró.

¿Cómo lo hizo? Lo primero fue separar los cartones y papeles y dárselos a gente que lo vende. “Después empezamos a armar compost con las cáscaras de frutas, las de papa y las verduras feas, pero no la carne, ni nada con grasa. A su vez, las botellas de plástico de gaseosas o de agua las rellenamos con papeles como los envoltorios de los paquetes de galletitas, o las bolsitas que no las podés reutilizar para la basura y armamos los llamados ladrillos ecológicos, que se compactan hasta que te parás arriba y no se deforman. Luego se usan para la construcción de casas con adobe”, explicó Graciela.

Esta mujer empezó reutilizando los desechos y hoy cuenta con una producción de mermeladas orgánicas que se venden en todo el país y es la representante del Movimiento Argentino de Producción Orgánica (Mapo) de la región Litoral.


Sustentable,no ecologista

“Respetar la naturaleza nos hace bien, porque nos alimentamos mejor, valoramos más lo que tenemos y nos estresamos menos”, señaló Mario. Sin embargo, destacó que él se considera “sustentable y no ecologista”. Le gusta comer asados y tomar fernet. Aunque al otro día sólo coma frutas para “hacer descansar al hígado”.

“Tengo una camioneta y pienso que el auto es muy útil al igual que la tecnología, pero una cosa no quita la otra”, declaró el titular del club Huella Ecológica, quien también trabaja con grupos rosarinos.

La próxima actividad del club tendrá lugar el 29 de agosto. Se realizará en ocasión del Día Mundial del Árbol y consiste en un recorrido para reconocer las especies de árboles y aves que pueblan Funes, acompañados de fotógrafos para tomar imágenes que luego se proyectarán en la Casa del Visitante de Funes (Santa Fe 1753). “La idea es que entre todos, junto con los expertos, podamos pensar qué especies de árboles necesitamos sumar para que den sombra a nuestros nietos. No faltarán músicos, artistas, cosas ricas, y como todos los talleres, se terminará con cerveza artesanal para todos", contó Mario.

Pero este joven va por más. Está trabajando en un proyecto en Funes Norte para que se construyan casas sustentables. “Mi propuesta es que las casas cuenten con un lugar en la cocina para tener la compostera, como se proyecta el lugar para la heladera; que cuenten con espacios donde se pueda recolectar agua de lluvia que se puede usar para regar, y que se organicen huertas ecológicas donde se puedan combinar las flores con las verduras y evitar el uso de insecticidas”, puntualizó, lleno de optimismo.

Calma, estás en Funes

La bicicultura es otra fuerte propuesta del club Huella Ecológica de Funes. Lo lidera Luciano Calluso, quien vivió otras experiencias similares en Europa, cuando también se instaló la moda de andar en bicicleta. “Estamos trabajando en el proyecto Biciescuela, que consiste en que un día a la semana, en horario escolar, los chicos salgan a andar en bici, y conozcan los riesgos que se corren en la calle y asuman la responsabilidad que supone andar en la calle”, explicó el experto. La propuesta ya la hicieron a las entidades educativas de Funes y la podrían comenzar a implementar el año entrante.

Este mismo grupo fue el que organizó una gran movida el 12 de abril de este año por el Día Mundial de la Bicicleta. Participaron vecinos y familias enteras. Algunos se animaron a transitar 30 kilómetros y otros recorrieron 15.

No faltó la propuesta para los abuelos. “A los viejos en muchos lugares se los trata como desperdicio, se los deja de lado. Nosotros los incorporamos y los sumamos a esta movida de la bicicleta. Tuvimos una respuesta increíble, les encantó y hasta terminaron bailando”, contó Mario.

El municipio también se sumó y ahora en las calles de Funes se pueden encontrar carteles con la leyenda: “Calma. Estás en Funes. Prioridad del peatón y del ciclista”.

“La idea de fondo es recuperar a Funes como ese lugar de recreo que siempre fue para los rosarinos y que se conserve la calma. Cuando uno se sube a la bici, sucede algo especial, y es que la gente recuerda su infancia, cuando recorría las calles de tierra en bici y se reencuentra con la naturaleza”, señaló Luciano, apasionado por las dos ruedas.

“Nosotros animamos a la gente a que en vez de ir al súper en auto, vaya caminando, se tome un paseo o vaya en bici”, comentó y señaló que en este momento se está trabajando en un proyecto para que ciertos locales comerciales ofrezcan descuentos para los que vayan a comprar en bicicleta.

Estos y muchos más proyectos se generan entre mate y mate, armados con yerba orgánica, y en esa charla serena surgen cada vez más ideas y se suma más gente. Sin fundamentalismo, con amor a la naturaleza, a la familia y a la comunidad, una rueda que comenzó a girar y no parece querer parar.


Qué es el compostaje

El compostaje onsiste en acumular restos orgánicos, que luego se asocian al humus de la tierra y generan un suelo fértil.

Se comienza separando los residuos en casa. Se arma en un envase con alguna entrada de aire. Lo mejor es colocarlo en un lugar aireado como el jardín o un balcón. Es bueno colocarle una base de ramas, hojas secas o un poco de tierra. Y luego se puede ir aportando elementos secos como césped marchito, ceniza de madera no tratada, cartón y papel no coloreados, como servilletas de papel, hierbas aromáticas, cáscaras de huevo trituradas y cabello (sin tintura). También se agregan restos de frutas y verduras, restos verdes de jardín, césped, bosta de animales herbívoros (vaca, caballo, oveja), malezas verdes, el café usado para la máquina, incluso con el filtro, infusiones (sin los saquitos), yerba, cáscaras de frutas, papas y todas las verduras o frutas que estén en mal estado.

Conviene airearlo con frecuencia y luego, cuando la parte de abajo haya adquirido un color oscuro y un olor agradable a tierra de bosque, el proceso en esa parte ha terminado y el compost se puede utilizar. Se criba y luego se puede utilizar en el jardín, en las macetas o en la huerta. La parte que se queda en la criba se reincorporará al compostador para que continúe y reactive el proceso en un nuevo compost.


Cuidando a los teros y las lechuzas

Andrea Travaini y su familia se mudaron a Funes hace 10 años. "Compramos el terreno con la idea de tener un espacio verde para el fin de semana, pero el primer verano que pasamos cerca de la naturaleza empezamos a pensar en vivir en forma permanente”, recuerda Travaini, directora del Instituto de la Mujer de la Municipalidad de Rosario, quien junto a su marido e hijos tomó una decisión que le cambió la vida. Y eso que el lugar donde habita ya no es el descampado que tanto la sedujo por aquellos años. Es que el crecimiento poblacional de Funes es tan grande que ya quedan pocos lugares “aislados”. “Sólo teníamos dos vecinos pero ahora está todo construido”, rememora. Sin embargo, nada hace tambalear aquella decisión. “Vivíamos en Rosario, en Corrientes y 3 de Febrero. Con tantos ruidos a la noche terminábamos aturdidos. Queríamos otra cosa para los chicos, más verde, más naturaleza, pájaros, pocos autos”. Elegir otro modo de relacionarse con la naturaleza es lo que impulsa a la mayoría de los que dejan el asfalto caliente para transitar sus días en un contexto más amable. “En mi casa tenemos compostera, huerta, árboles frutales y mis hijos son militantes del cuidado del medio ambiente, del reciclado, de salir a caminar a buscar flores”, comenta. “Nuestros amigos también tienen huerta y separan la basura. Con mi vecino intercambiamos verduras aunque tengo que aclarar que su huerta ¡está mucho mejor que la nuestra todo el año!”, dice con una sonrisa. Cada día hay motivos para reconfirmar la elección de vivir en una ciudad pequeña mimada por la naturaleza. “Disfruto el aire, el canto de los pájaros, poder mirar las estrellas con los chicos sentados en el jardín, tener perros y gatos, llegar cuando hace calor y regar con el agua helada las plantas, vivir a pleno esas largas noches de verano con amigos. Sin dudas son las cosas que más me gustan”. Entre las curiosidades del día a día, Travaini menciona que “tenemos cerca una plaza donde hay lechuzas y teros que tienen crías y todos los vecinos cuidamos esos huevos, hay como una cosa colectiva de cuidado porque muchas personas van a robar esos huevos. Y si bien es difícil encontrarte con los vecinos, el cuidado de ese espacio nos une”. Los primeros tiempos de vida funense no fueron tan simples. Mudarse tiene sus costos. “Cuando llegamos no teníamos ni gas, ni agua potable, ni cloacas. Ahora tenemos gas natural". Igual, no se cambian por nada.

Vivir en verde

Fabiana Suárez es periodista. En 2009 se mudó a Funes buscando “un pedacito de tierra y un cielo diferente”. Vivió la mayor parte de su vida en departamentos, en Rosario. Y aunque siempre buscó el contacto con la naturaleza en los últimos años ese encuentro le dejaba gusto a poco. Fabiana se fue de la gran ciudad en busca de algo distinto, y lo encontró. A pocos kilómetros de los bocinazos, las manifestaciones y el movimiento sin tregua encontró su lugar en el mundo. Allí, donde reside desde 2009 hay actividades intensas pero más felices y un ajetreo que tiene que ver con el bienestar. “Tuve el privilegio de vivir durante años frente al río. Aplaudí el desarrollo de la costa, donde se rescató un fabuloso espacio natural para integrarlo a la ciudad. Compartí años de kayak con mi hermano explotando la gran ventaja de pertenecer a una ciudad ribereña. Mi última mudanza, siempre dentro de Rosario, había tenido como destino un edificio en calle Buenos Aires y Santa Fe. Una plaza en frente, otra plazoleta al costado y calle abajo el Parque Nacional a la Bandera para salir a correr. Pero con el paso de los años la vida se tornó cada vez más difícil. Primero fueron los piquetes y manifestaciones frente a la Municipalidad, luego la inseguridad”, reflexiona la directora de la redacción de ON 24 y conductora del programa radial PBI. “Como a tantos otros, la delincuencia me robó mi plaza y mi parque. Incluso tuve un episodio muy desafortunado con varios chicos que podían ser mis hijos que me corrieron algunas cuadras para robarme la mochila. Pero la decisión final la tomaron mis hijos: querían tranquilidad y verde sin vandalismo. Porque vivir frente a un espacio público como un parque te hace testigo de cómo la gente maltrata lo propio”, agrega Fabiana.Funes se presentó como una buena elección, como una oportunidad para “alejarnos del desorden que provocan los mismos ciudadanos”. Así, cuenta Fabiana, decidió darle un valor supremo al cuidado de su entorno. “Decidí tener, en mi propia casa, una mínima expresión del parque que había perdido. Armé un hogar sencillo con un pequeño terreno al que cuido con vocación. Por las noches salgo a caminar para provocar el encuentro con algún zorrito. La gente los respeta, no los molesta y ellos nos agradecen con su presencia. También colecciono las fotos que les saco a los pájaros, a los insectos. Siempre descubro alguna nueva especie por algún camino rural y hasta a veces entre mis propias plantas”. Funes, afirma, ha sido su mejor decisión. “Lo digo a pesar de la complicada situación que está viviendo la comunidad ya que el flagelo de la inseguridad no es ajeno. Pero rescato que Funes es movimiento, que no podés vivir acá sin salir a disfrutarla. Yo la camino, la corro y la pedaleo”, enfatiza Fabiana que en los últimos años se ha dedicado con éxito al ciclismo. Dice que está comprometida con la construcción de un mundo sustentable, y que el cambio se puede desarrollar en las pequeñas cosas cotidianas. "La gente suele relacionar el cuidado del medio ambiente con Greenpeace y las ballenas. Nunca estuve de acuerdo con este tipo de publicidades heroicas. Parece que hay que viajar 10 mil kilómetros y arriesgar la vida para cuidar nuestra tierra. Y no hay nada más alejado de la realidad. Cuidar el medio ambiente tiene que ver, por ejemplo, con no ensuciar un espacio que es de todos, o con donar horas de voluntariado para explicar cómo tratar la basura, cómo ahorrar energía o trabajar la tierra”, dice. Fabiana enumera cuestiones pendientes que deberían ser atendidas con celeridad por los gobiernos. La falta de cloacas en Funes y en algunos sectores de Rosario, por ejemplo, se inscriben en lo que ella denomina “una distorsión de prioridades” en cuanto a las decisiones que toma el Estado. “El cuidado del medio ambiente tiene mucho que ver con esto. Relacionamos chimeneas industriales con contaminación cuando tenemos focos contaminantes que son los basurales y los asentamientos irregulares que se multiplican en número y extensión donde la gente duerme al lado de la mugre. Sacar al ser humano de la pobreza extrema es la principal política no solo humanitaria sino medioambiental. Liberar a la comunidad de infecciones, de la contaminación del agua, eso es cuidado de nuestro hábitat”, remarca. La periodista valora poder elegir vivir cerca del verde, “levantarte y ver verde, o poder trabajar desde casa en ese entorno. Se trata de ver dónde encajamos. El resto se acomoda”.


Un nuevo jardín

A Zulma siempre le preocuparon los demás, y desde que se mudó a Funes empezó a compostar los desechos orgánicos. Asegura que mejoró notablemente su jardín y la huerta.

“Todo lo que es orgánico como las cáscaras de las frutas, los tomates medio descompuestos, las hojas secas, la cáscara de huevo, el papel si es blanco y no está impreso lo dejo en una compostera que armé cuando tomé conciencia del daño que produce tanta basura”, contó la vecina de Funes. Con pallets de madera y en un lugarcito de su jardín armó la compostera de un metro cúbico. Allí durante todo el año se va generando “el mejor alimento para las plantas”, explicó.

Empezó a principios del 2012 y un año después usó el compost para fertilizar la tierra. “El jardín cambió totalmente. Las plantas y las flores crecieron mucho”, aseguró. Y también lo utilizó en la huerta con resultados increíbles. “Si no tenés un jardín, lo podés armar en el balcón. Creo que vale la pena porque es ecológico, económico y sobre todo ayudás a todo el mundo”, señaló.

A su vez, Zulma separa los cartones y se los da a una persona que los vende, y los plásticos los lleva hasta el contenedor más cercano. También empezó a juntar tapitas de gaseosa para el Hospital Garrahan de Buenos Aires. Estas pequeñas prácticas se fueron contagiando y ya son varios los parientes que copiaron su iniciativa.


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